Ella me tocaba y no
al revés
Ella me escuchaba
como nadie
Tomaba mis manos,
las besaba a gritos, con sus labios fríos
Un día la olvidé
pues necesitaba pagar recibos de agua y luz
Cuentas, mías y de
ella.
Fui a un lugar
bien alto pero decadente.
Y siendo mi propio
carcelero, escondí la llave en mi bolsillo.
En mis manos ate
unas débiles esposas de papel.
Y esperé a que
alguna lluvia las disolviera.
A ella la tenía
siempre cerca e inalcanzable, la despreciaba y ella me despreciaba a mí.
Busqué entre
agotadas colillas de cigarro suspiros que me faltaron
Pero el tiempo
fatigado se había olvidado de mi
No me quedaba sino
aquella celda, ese asiento, mi puesto, mi lugar.
Pensé en
asfixiarme con lo que una vez fue canción.
Pero aún con la llave en
mi bolsillo, yo no quería salir.
Ella siempre me buscaba pero yo ya no estaba ahí.
Nunca me alcanzo el
entusiasmo, ella se quedo allá afuera.
Y yo lejos de mí.
Sin voz.
Sin voz.
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