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domingo, 8 de febrero de 2015

Música y profesión / Poesía




Ella me tocaba y no al revés
Ella me escuchaba como nadie
Tomaba mis manos, las besaba a gritos, con sus labios fríos

Un día la olvidé pues necesitaba pagar recibos de agua y luz
Cuentas, mías y de ella.

Fui a un lugar bien alto pero decadente.
Y siendo mi propio carcelero, escondí la llave en mi bolsillo.
En mis manos ate unas débiles esposas de papel.
Y esperé a que alguna lluvia las disolviera.

A ella la tenía siempre cerca e inalcanzable, la despreciaba y ella me despreciaba a mí.

Busqué entre agotadas colillas de cigarro suspiros que me faltaron
Pero el tiempo fatigado se había olvidado de mi

No me quedaba sino aquella celda, ese asiento, mi puesto, mi lugar.

Pensé en asfixiarme con lo que una vez fue canción.
Pero aún con la llave en mi bolsillo, yo no quería salir.
Ella siempre me buscaba pero yo ya no estaba ahí.
Nunca me alcanzo el entusiasmo, ella  se quedo allá afuera.


Y yo lejos de mí.
Sin voz.

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