Se torna plácido
quejarse. Se colocan como espectadores y reniegan el papel que les fue
otorgado.
El protagonismo
los abruma, son la juventud de hierro, no por su fuerza o resistencia, sino por
su frialdad y por lo maleable, son indolentes no porque quieran, son indolentes
porque no sienten estar en el lado correcto de la historia.
Lloran, sufren,
quieren ser protagonistas de una historia que no los esperaba, llevan por duelo
una cruz a su espalda, en forma de bandera, quieren ser raíz y tallo, quieren
florecer la primavera, impregnar de esta las veredas para tallar en ellas un
futuro.
Son el quejido
enaltecido, que hace eco y que ensordece, que hace ávido al despreocupado y que
hace actor al que era público, son la juventud de oro, no por el valor ni por
su brillo, sino por ser franja de su bandera
Son participes porque les duele. Y no les duele por ser parte,
sino porque quieren escribir su historia
Soy resistencia y
he sido yugo
Soy barriada y soy
esquina
Soy luchador y he sido inmóvil
Soy consciente y a veces no
Soy mi tierra, la que no olvidaré.
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