-No llegamos a tiempo Elizabeth, debemos irnos
Recuerdo cuando conocí a Emilio, nada impresionante sí me
preguntan, parecía un tipo normal, de esos que se acuestan tarde jugando a ser
algo que no son. Cuando lo escuchaba de lejos su tono de voz se perdía entre la
muchedumbre del local, no resaltaba, no brillaba, y tampoco parecía esforzarse
por hacerlo. No sabía sí era muy confiado o por el contrario un desdichado
social, pero había algo de él que me llamaba la atención y sí quería averiguarlo
tenía que acercarme.
El tiempo no me alcanzo para decidirme, antes de que me
diera cuenta aquel tipo se había acercado a mí con un par de cervezas. Sonreí
por instinto y antes de que abriera su boca le explique que yo no bebía, que
mejor buscara a alguien más que sí pudiera aceptar sus poco sutiles maneras de
abordar a una mujer.
-“No son para ti”, dijo con un tono conciso y una mirada
gélida
-“Pues, ¿entonces por qué has venido hacia mí?, dije convencida
de que había sido él, quien se había acercado.
-“Sólo te estoy ahorrando la vergüenza de ser la primera en
dar el primer paso”
Lo vi por un segundo, mientras abría su segunda cerveza con sus
manos magulladas de un no-se-qué, la mirada gélida era la misma pero aquel
hielo era seco, y yo no quería quemarme.
-“Eres un arrogante, te acercas de manera petulante a
ofrecerme una cerveza y como te la niego te tomas ambas, y luego para
empeorarlo asumes que yo quería acercarme a ti, ¿Es qué no te has visto en un
espejo? – Dije mientras Emilio, permanecía intacto, cómo un roble, o un pino,
sí un pino seco y rígido
-“No es que me guste verme mucho en el espejo, me gusta ver,
enfocarme en los detalles y es lo que he hecho desde que llegue, estabas lejos
y me veías, así que me acerque” – Dijo colocando la segunda botella de cerveza
vacía en la barra, “Ahora debemos irnos Elizabeth” – Tomo mi mano con fuerza,
saco mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón y lo dejo caer tras la
barra, donde un bartender lo recogió y lanzo a la basura, sólo para después hacerse
el que no había visto nada.
-“¿Elizabeth?, ¿Cómo sabes mi nombre?, déjame ir infeliz” –
Gritaba mientras la multitud del local creía ver una pelea de novios, nadie
hacía nada y yo no tenía la fuerza suficiente para escapar.
-“Mi nombre es Emilio, sí crees que ya no tengo brillo es
porque alguien me lo ha robado y tú me vas a ayudar a encontrarlo”
Quede pasmada ante la idea de que él supiera lo que había
pensado cuando lo vi por primera vez, un miedo inagotable apretaba mi cuello, asfixiándome.
No podía pensar, no podía moverme, ¿que tengo yo que ver con este tipo? ¿Dónde están
mis amigas? ¿A quién se refiere?
Me llevaba de la mano hacia el baño, mi miedo se
intensificó, aquel tipo lo que quería era violarme, recobre mis fuerzas y lo golpeé
en la cara. Ni lo había rasguñado, sólo paro y me dijo:
-“No lo hagas más difícil Elizabeth”
Las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro y recordé que
tenía una aparente llave en mi cartera que era en realidad una navaja, supe que debía esperar el momento correcto.
Dejaría que me llevará hasta donde él quería y allí, lo haría pagar.
Al entrar al baño, se cuidó de que no hubiera nadie. Mientras
él verificaba cada una de las puertas yo tomaba de mi cartera la navaja, colocándola
en mi sostén con la única mano libre que me quedaba. Sólo debía esperar
La puerta del baño se abrió de golpe, antes de que pudiera
gritar por ayuda tapó mi boca y me metió en uno de los cubículos.
-“Silencio Elizabeth, sólo te pido que confíes en mi” dijo
con un tono diferente, temeroso, como sí de ello dependiera mi vida.
Una risa familiar se escuchaba en el pasillo principal del
baño, una pareja había entrado y parecían dispuestos a pasar un agradable rato
en un lugar tan desagradable como un baño de local nocturno.
Mientras Emilio tapaba mi boca pude notar que no hacía
ningún esfuerzo en acercarse a mí con intenciones sexuales, mantenía una
distancia prudente, yo que tenía la navaja en mi sostén pensaba esperar el
momento preciso para escapar de allí, pero por un segundo tuve la ligera
impresión de que trataba de protegerme.
-“Hay alguien más en el baño, no debemos hacerlo” dijo una
voz que conocía de hace años, pero que por alguna razón, no podía identificar
Un arma silenciada se activó y la voz desapareció, la puerta
sonó de golpe y Emilio por primera vez en aquella noche mostró miedo, abrió el cubículo
del baño y antes de que yo pudiera sacar mi navaja para atacarlo, la sangre de
un cuerpo caído llegó a mis tacones carmesí, fusionando los colores, empapándome
de muerte.
-“No llegamos a tiempo Elizabeth, debemos volver” – Dijo Emilio
-“¿A dónde?, ¿de qué
hablas?” Al salir del cubículo, reconocí el cuerpo de inmediato, el cabello
rubio y los ojos color café, las muñecas cortas y el pequeño tatuaje de colibrí
en el tobillo. Aquel cuerpo, que yacía en el piso, no era más ni menos, que mi
propio cuerpo.
Antes de que pudiera decir algo, Emilio se volteó y me besó,
por alguna razón extraña sentí que ya había besado aquellos labios, el beso fue
corto, cómo de arrepentimiento.
-“Lo siento Elizabeth, volví a fracasar, lo pensé todo, lo
esperé todo, tú tenías razón, no recuperé el brillo Elizabeth, no lo recuperé”
Dijo Emilio mientras caía de rodillas al piso ensuciando su pantalón con la
sangre aún húmeda.
-“¿Quién eres?, ¿Qué es esto?, esa no soy yo, no puedo ser
yo, quiero despertar” El desespero me envolvía y las preguntas eran infinitas
-“Mi nombre es Emilio, puede que aún no lo sepas, pero tú
eres alguien muy importante para mí. Sí tengo que regresar 1000 veces a este
lugar, lo haré. No perderé de nuevo”
Nada de eso tenía sentido, ¿Por qué alguien querría matarme?
Sólo una cosa era cierta, yo ya había conocido a Emilio en algún momento y el me
conocía a mí.
Había mil cosas que yo parecía saber
Y que pronto recordaría
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