Estábamos cansados, o eso queríamos hacernos creer
Seguíamos acumulando kilómetros en una bicicleta estacionaria
Veíamos por la ventana para contemplar un timelapse en vivo
Las vueltas apresuradas de la tierra nos mareaban.
Estábamos agotados, eso sí era indiscutible
No había tiempo para soñar, porque no había ni tiempo para dormir
Corrimos, porque nos alcanzaron, nos atraparon, nos pisaron, nos detuvieron, nos menguaron.
Y ahí estáticos cerramos los ojos, como sí eso fuera a cambiarlo todo.
Mil, ciento setenta y seis días después, nos abrieron los parpados con una segueta
Nos volvieron a pisar. Nos expulsaron de nuestra conciencia, sin equipaje y sin retorno.
Nos hubiera gustado volar lejos de ahí de haber podido, pero estábamos incómodamente cómodos.
Nos sentaron de nuevo en la bicicleta a pedalear, para llegar a la tierra del ningún lugar.
El perpetuo soniquete de los pedales me indignaba. ¿Cómo es que nadie hacía nada?
Se quejaban incesantemente. "Nunca vamos a salir de esto"; "Esto no es vida"
Oh señora, pero, sí esto no es vida, ¿Entonces porque la vivimos?
"Pues hay que seguir, seguir pedaleando" Dijeron cinco monigotes a coro
Me detuve un instante y miles de miradas se posaron sobre mí.
"Yo no sé ustedes, pero yo me voy".
"Y, ¿A dónde te vas? Cantaron los cínicos.
"A la mierda probablemente, seguro que huele mejor que acá"
Y me fui.
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